¡Ay!, ¡ay! Madre santísima del cielo! ¡Huyuyuy! ¿Escuchan esos aullidos… en el tejado? ¡Son los gagones! Las vecinas, asustadas y curiosas, asomaban un poquito la cabeza detrás de las puertas y sus maridos dándose vueltas en la cama se preguntaban nerviosos ¿los malos pensamientos también atraerán a los gagones? Y ellos mismos se consolaban respondiéndose que diosito no lo permita. Los chicos parábamos de jugar, y también asustados nos reuníamos junto a la Mama Teresa, la curandera del barrio, que hacía alarde de saber todas las historias funestas que en esos tiempos de niños nos hacían tiritar de miedo. ¿Y qué son los gagones, Mama Teresa? Y ella así como en trance continuaba gritando: ¡Se acerca el fin del mundo, porque la gente está tan, pero tan depravada y corrompida por el pecado, por la promiscuidad, por la lujuria! ¡En el nombre del Padre y del Hijo...