LOS GAGONES
¡Ay!, ¡ay! Madre santísima del cielo! ¡Huyuyuy! ¿Escuchan esos aullidos… en el tejado? ¡Son los gagones!
Las vecinas, asustadas y curiosas, asomaban un poquito la cabeza detrás de las puertas y sus maridos dándose vueltas en la cama se preguntaban nerviosos ¿los malos pensamientos también atraerán a los gagones? Y ellos mismos se consolaban respondiéndose que diosito no lo permita. Los chicos parábamos de jugar, y también asustados nos reuníamos junto a la Mama Teresa, la curandera del barrio, que hacía alarde de saber todas las historias funestas que en esos tiempos de niños nos hacían tiritar de miedo.
¿Y qué son los gagones, Mama Teresa?
Y ella así como en trance continuaba gritando: ¡Se acerca el fin del mundo, porque la gente está tan, pero tan depravada y corrompida por el pecado, por la promiscuidad, por la lujuria! ¡En el nombre del Padre y del Hijo…líbranos Señor de caer en pecado!, líbranos de ir a hervir en las pailas de los quintos infiernos.
Y solo cuando bastante público estaba a la expectativa de lo que Mama Teresa decía, empezaba a explicar: Los gagones, hijitos míos, salen en la noche obscura y tienen delirantes y apasionadas sesiones amatorias, se acarician y se enroscan entre ellos, se quejan así como ahorita mismo los oyen, como gatos en celo, y eso pasa cuando se amanceban cuñados, primos hermanos y también los compadres que no respetan el parentesco espiritual. Cuando estos pecadores impíos están durmiendo juntos, salen los espíritus para demostrar que están cometiendo gravísimo pecado. Salen en forma de perros pegados, perros pulchungos de color cenizo.
¿Quiénes son los adúlteros? Gritaba Mama Teresa cada vez más alto, ¿Quiénes? ¿Quiénes son los infieles? Repetía como preguntando y a la vez acusando… Lo que si estoy bien segura es que son de este mismito barrio, porque aquí cerquita no más están aullando los gagones. Madre mía que no sean compadres, porque allí si estamos todos perdidos ¡Hasta donde ha llegado la sinvergüencería y la depravación de la gente! Bien pronto va a llover candela para purificar esta vecindad…
Y de repente, como cayendo en cuenta que solo ella podría salvarnos, nos arenga decidida: Váyanse no más a dormir todos; váyanse, váyanse y que esto sirva de lección para los niños inocentes y los adultos indecentes… Yo Teresa López, la que viste y calza. Yo, que no he cometido pecado y tengo el corazón puro y bueno, me ofrezco voluntariamente para atrapar a esos gagones desvergonzados que son bien escurridizos porque son como la neblina del Villonaco, ahora están y más tardecito ya desaparecen. Hay que saber encerrarlos en una tinaja de barro curado y taparlos con una manta, luego amarrarlos y tiznarles de negro una señal encima de los ojos con un carbón. Cuando amanezca, los dueños del gagón van a tener tiznada de hollín la frente. Y entonces mañana de mañanita sabremos quién es quién, cuando veamos la señal del pecado en la frente de los amancebados.
Zoila Isabel Loyola Román
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