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Mostrando entradas de julio, 2016

    EL CARRO DEL DIABLO

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Se reunieron junto al fogón humoso y caliente de tulpas negras que sostenían una panzona y tiznada olla de barro en donde se cocinaba el mote. El viejo metió sus callosas manos entre el rescoldo removiéndolo para sacar un tizón con el que encendió un chamico y empezó a fumar despacio. Tenía frío, frío de años, frío de siglos aquel frío que hace tiritar hasta los huesos y muerde el alma. Allí estuvo sentado un rato cabizbajo, callado, dejando que pase el tiempo helado; después se levantó arrastrando sus enormes pies hasta aquel rincón en donde se acostó solo en el duro catre. Le hacia inmensa falta su mujer para hacerle el amor y quitarse el soroche que sentía en las tripas y en el corazón entumecido. El muchacho también se acercó al fogón para calentarse un poco refregándose nervioso las manos y dándose vueltas como enjaulado en el oscuro cuarto. Más tarde se tendió a soñar despierto en su catre de troncos. Aquella noche lo decidió todo: la ansiada huida, el viaje a Loja para ganar har...

EL CARRO DEL DIABLO

Se reunieron junto al fogón humoso y caliente de tulpas negras que sostenían una panzona y tiznada olla de barro en donde se cocinaba el mote. El viejo metió sus callosas manos entre el rescoldo removiéndolo para sacar un tizón con el que encendió un chamico y empezó a fumar despacio. Tenía frío, frío de años, frío de siglos aquel frío que hace tiritar hasta los huesos y muerde el alma. Allí estuvo sentado un rato cabizbajo, callado, dejando que pase el tiempo helado; después se levantó arrastrando sus enormes pies hasta aquel rincón en donde se acostó solo en el duro catre. Le hacia inmensa falta su mujer para hacerle el amor y quitarse el soroche que sentía en las tripas y en el corazón entumecido. El muchacho también se acercó al fogón para calentarse un poco refregándose nervioso las manos y dándose vueltas como enjaulado en el oscuro cuarto. Más tarde se...

LOS GAGONES

¡Ay!, ¡ay! Madre santísima del cielo! ¡Huyuyuy! ¿Escuchan esos aullidos… en el tejado? ¡Son los gagones! Las vecinas, asustadas y curiosas, asomaban un poquito la cabeza detrás de las puertas y sus maridos dándose vueltas en la cama se preguntaban nerviosos ¿los malos pensamientos también atraerán a los gagones? Y ellos mismos se consolaban respondiéndose que diosito no lo permita. Los chicos parábamos de jugar, y también asustados nos reuníamos junto a la Mama Teresa, la curandera del barrio, que hacía alarde de saber todas las historias funestas que en esos tiempos de niños nos hacían tiritar de miedo. ¿Y qué son los gagones, Mama Teresa? Y ella así como en trance continuaba gritando: ¡Se acerca el fin del mundo, porque la gente está tan, pero tan depravada y corrompida por el pecado, por la promiscuidad, por la lujuria! ¡En el nombre del Padre y del Hijo...

Vasija de Barro

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