EL CARRO DEL DIABLO
Se reunieron junto al fogón humoso y caliente de tulpas negras que sostenían una panzona y tiznada olla de barro en donde se cocinaba el mote. El viejo metió sus callosas manos entre el rescoldo removiéndolo para sacar un tizón con el que encendió un chamico y empezó a fumar despacio. Tenía frío, frío de años, frío de siglos aquel frío que hace tiritar hasta los huesos y muerde el alma. Allí estuvo sentado un rato cabizbajo, callado, dejando que pase el tiempo helado; después se levantó arrastrando sus enormes pies hasta aquel rincón en donde se acostó solo en el duro catre. Le hacia inmensa falta su mujer para hacerle el amor y quitarse el soroche que sentía en las tripas y en el corazón entumecido. El muchacho también se acercó al fogón para calentarse un poco refregándose nervioso las manos y dándose vueltas como enjaulado en el oscuro cuarto. Más tarde se tendió a soñar despierto en su catre de troncos. Aquella noche lo decidió todo: la ansiada huida, el viaje a Loja para ganar har...